Lactancia: una experiencia real
Babytuto
10 de junio de 2015
Soy Psicóloga Infanto Juvenil, con bastante experiencia en niños y adolescentes, sin embargo, en este artículo no les voy a hablar desde mi profesión, sino como mamá.
Cómo olvidar cuando nació mi hija, el momento más lindo y esperado de mi vida, sin duda alguna. Pero que difícil fue comenzar la lactancia. Todo comenzó cuando la enfermera me dijo, "¿le dió pecho a su hija?". La tomé en mis brazos y vinieron a mis recuerdos, las clases de lactancia, los tips que me dio la matrona y todo lo que leí mientras estaba embarazada. Sin embargo, toda esa teoría no resultó.
Trataba y trataba de ponérmela de mil formas, además de eso, tenía muchas personas a mi alrededor, enfermeras y matronas que entraban y salían de la pieza; que comentaban y daban instrucciones como por ejemplo, que está muy abrigada, que prueba con un chupete, que no le pongas el chupete porque se acostumbra, que ya ha pasado mucho rato y la guagua no ha tomado leche, que es por lo menos 20 minutos por cada lado, que si no toma leche la enfermera se la llevará para que le den un suero. Y no faltó la enfermera que con mi hija me hizo la clase poniéndola en la pechuga para que tomara, ¡afirmándole la cabeza para que no se corriera! ¿Quién va a querer comer de esa forma?
Ya angustiada porque no me salía tanta leche, me iban a dar el alta de la clínica con mi hija con bajo peso, lo que te califica casi en “eres una mala madre”. La pediatra me recetó un tarro de leche para alimentarla, porque ya a esa altura hasta yo me tenía muy poca fe.
Obviamente, salí de la clínica y lo primero que hicimos fue comprar el famoso tarro de leche y mi marido compró el grande, o sea cada vez menos fe en esta madre. Llegamos a la casa, por fin solos con mi marido y mi hija, y yo, frente a la angustia de la lactancia frustrada, dije ¿qué hago? Y me acordé de lo que hacen las madres que viven en tribu: criar en comunidad. Por lo tanto, tomé mi celular, abrí el WhatsApp y les escribí a mis amigas que han tenido guagua. Por fin me sentí en confianza, cada una contándome su experiencia, la cual era muy distinta a todos los manuales, clases y teorías que había leído, por fin escuché a madres con diversos relatos sobre lactancia y entendí que no era sólo a mi a quien le costaba, por fin pude sentirme comprendida y no esa “mala madre”.
Luego en la noche, hablé con mi madre y reforzándome todo lo que me habían dicho mis amigas me dice, “póntela pegadita a ti, que te sienta, si es tu guagüita”. Y ahí todo cobró sentido… Todas esas reglas, toda esa teoría se quedó atrás para sentir a mi hija. Y no les miento que esa noche, me salió tanta leche que pude darle ¡1 año y diez meses de lactancia!
La verdad es que lo logré porque entendí que lo único que importa es el amor que uno le pueda tener a su hijo, que no hay regla que valga para alimentarlo, si es cada dos, tres o cuatro hrs., que no hay teoría que comprenda cómo conectarte con tu hijo y obviamente que no hay nadie más que pueda entender y saber que quiere y necesita que una madre. Porque estuvo nueve meses contigo, donde lo formaste, lo abrigaste, lo alimentaste, lo cuidaste.
Con este artículo, lo único que quiero fomentar y transmitir, es que nadie tiene la técnica o la verdad con tu hijo, por eso madres sientan ese poder y esa fuerza que entrega la maternidad y sientan ese amor infinito que existe con un hijo. Al sentir todo eso, la lactancia se da sola.
- Karla Ulzurrun Magaña
- Psicóloga Allegrared
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Lactancia: una experiencia real
Babytuto
10 de junio de 2015
Soy Psicóloga Infanto Juvenil, con bastante experiencia en niños y adolescentes, sin embargo, en este artículo no les voy a hablar desde mi profesión, sino como mamá.
Cómo olvidar cuando nació mi hija, el momento más lindo y esperado de mi vida, sin duda alguna. Pero que difícil fue comenzar la lactancia. Todo comenzó cuando la enfermera me dijo, "¿le dió pecho a su hija?". La tomé en mis brazos y vinieron a mis recuerdos, las clases de lactancia, los tips que me dio la matrona y todo lo que leí mientras estaba embarazada. Sin embargo, toda esa teoría no resultó.
Trataba y trataba de ponérmela de mil formas, además de eso, tenía muchas personas a mi alrededor, enfermeras y matronas que entraban y salían de la pieza; que comentaban y daban instrucciones como por ejemplo, que está muy abrigada, que prueba con un chupete, que no le pongas el chupete porque se acostumbra, que ya ha pasado mucho rato y la guagua no ha tomado leche, que es por lo menos 20 minutos por cada lado, que si no toma leche la enfermera se la llevará para que le den un suero. Y no faltó la enfermera que con mi hija me hizo la clase poniéndola en la pechuga para que tomara, ¡afirmándole la cabeza para que no se corriera! ¿Quién va a querer comer de esa forma?
Ya angustiada porque no me salía tanta leche, me iban a dar el alta de la clínica con mi hija con bajo peso, lo que te califica casi en “eres una mala madre”. La pediatra me recetó un tarro de leche para alimentarla, porque ya a esa altura hasta yo me tenía muy poca fe.
Obviamente, salí de la clínica y lo primero que hicimos fue comprar el famoso tarro de leche y mi marido compró el grande, o sea cada vez menos fe en esta madre. Llegamos a la casa, por fin solos con mi marido y mi hija, y yo, frente a la angustia de la lactancia frustrada, dije ¿qué hago? Y me acordé de lo que hacen las madres que viven en tribu: criar en comunidad. Por lo tanto, tomé mi celular, abrí el WhatsApp y les escribí a mis amigas que han tenido guagua. Por fin me sentí en confianza, cada una contándome su experiencia, la cual era muy distinta a todos los manuales, clases y teorías que había leído, por fin escuché a madres con diversos relatos sobre lactancia y entendí que no era sólo a mi a quien le costaba, por fin pude sentirme comprendida y no esa “mala madre”.
Luego en la noche, hablé con mi madre y reforzándome todo lo que me habían dicho mis amigas me dice, “póntela pegadita a ti, que te sienta, si es tu guagüita”. Y ahí todo cobró sentido… Todas esas reglas, toda esa teoría se quedó atrás para sentir a mi hija. Y no les miento que esa noche, me salió tanta leche que pude darle ¡1 año y diez meses de lactancia!
La verdad es que lo logré porque entendí que lo único que importa es el amor que uno le pueda tener a su hijo, que no hay regla que valga para alimentarlo, si es cada dos, tres o cuatro hrs., que no hay teoría que comprenda cómo conectarte con tu hijo y obviamente que no hay nadie más que pueda entender y saber que quiere y necesita que una madre. Porque estuvo nueve meses contigo, donde lo formaste, lo abrigaste, lo alimentaste, lo cuidaste.
Con este artículo, lo único que quiero fomentar y transmitir, es que nadie tiene la técnica o la verdad con tu hijo, por eso madres sientan ese poder y esa fuerza que entrega la maternidad y sientan ese amor infinito que existe con un hijo. Al sentir todo eso, la lactancia se da sola.
- Karla Ulzurrun Magaña
- Psicóloga Allegrared
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