Vida sexual en la adultez mayor
Babytuto
24 de septiembre de 2014
En una sociedad que está envejeciendo progresivamente, la sexualidad aparece cada vez con más fuerza como un área relevante de enriquecimiento vital para hombres y mujeres que han pasado la mediana edad.
Parece estar desvaneciéndose del sentido común esa falsa idea o mito que “los abuelos y abuelas son asexuados”, para ceder lugar al reconocimiento de la sexualidad como una dimensión afectiva, sentimental y relacional capaz de acompañarnos durante toda la existencia.
Visibilizar la sexualidad de las personas adultas mayores, sin lugar a dudas, plantea también un cambio respecto de cómo es entendida la intimidad sexual al interior de la pareja. Si la expectativa se relaciona con prodigiosas hazañas sexuales, eficiencia, rendimiento y productividad, muy probablemente la vida sexual será percibida como empobrecida con el correr de los años. Si del mismo modo, la actividad sexual sólo ha sido vivenciada conectada con la procreación, es lógico pensar que la erótica debiese desaparecer conforme la reproducción va quedando en el olvido.
Por lo anterior, mantener la vida erótica y sexual más allá de la mediana edad nos desafía a construir un nuevo espacio íntimo donde los componentes físicos, psicológicos y emocionales se combinen armoniosamente para crear una modalidad sexual particular que acompañe esta etapa de la vida.
En la vejez, el concepto de sexualidad se basa fundamentalmente en una optimización de la calidad de la relación, más que en la cantidad y frecuencia de encuentros sexuales. En este contexto, la calidad parece relacionarse a establecer variaciones en el patrón sexual, dadas las modificaciones propias del envejecimiento fisiológico.
Dichas modificaciones no debiesen implicar un menoscabo o deterioro de la intimidad sexual de mujeres y hombres, sino tan sólo una adaptación y redescubrimiento de nuevas formas de erotización y búsqueda del placer.
A los cambios anatómicos en los órganos sexuales de los hombres mayores (disminución del ángulo de elevación del pene, disminución del tamaño testicular, menor ascenso testicular con la erección y aumento del tamaño prostático) se sumarán modificaciones funcionales tales como erección más lenta y menos completa, un enlentecimiento de la eyaculación y menor fluido en la misma, así como un periodo refractario más largo en comparación con años anteriores.
Algo similar ocurrirá con las mujeres. Los cambios anátomicos tales como la rigidez de las paredes vaginales y cambios en la turgencia de los labios vulvares serán acompañados de disminución de la lubricación vaginal, menor número de contracciones orgásmicas y menor intumescencia del clítoris.
Identificar y conocer estos cambios evitará frustraciones y situaciones de ansiedad ante las siguientes relaciones sexuales, que podrían llevar al cese innecesario de la actividad sexual. Más bien, reconocer estas modificaciones exigirá a ambos amantes un descubrimiento de nuevas formas, tiempos y expectativas depositadas en el encuentro sexual, que hagan permanecer el espacio erótico.
La invitación entonces es deshacerse de estos patrones tradicionales, es decir, de la valoración del coito como única forma de entregarse al placer, para dar paso a nuevas prácticas amatorias tales como aproximaciones físicas cuerpo a cuerpo, caricias genitales, masturbaciones compartidas y también espacios de compañía emocional, sin otro fin que el de estar juntos disfrutando un momento único y conocido de intimidad corporal.
Sexo y mujer
Renata Ortega - Terapeuta sexual y de pareja
Centro Meridiano - Medicina china para la salud de la mujer
www.centromeridiano.cl
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Vida sexual en la adultez mayor
Babytuto
24 de septiembre de 2014
En una sociedad que está envejeciendo progresivamente, la sexualidad aparece cada vez con más fuerza como un área relevante de enriquecimiento vital para hombres y mujeres que han pasado la mediana edad.
Parece estar desvaneciéndose del sentido común esa falsa idea o mito que “los abuelos y abuelas son asexuados”, para ceder lugar al reconocimiento de la sexualidad como una dimensión afectiva, sentimental y relacional capaz de acompañarnos durante toda la existencia.
Visibilizar la sexualidad de las personas adultas mayores, sin lugar a dudas, plantea también un cambio respecto de cómo es entendida la intimidad sexual al interior de la pareja. Si la expectativa se relaciona con prodigiosas hazañas sexuales, eficiencia, rendimiento y productividad, muy probablemente la vida sexual será percibida como empobrecida con el correr de los años. Si del mismo modo, la actividad sexual sólo ha sido vivenciada conectada con la procreación, es lógico pensar que la erótica debiese desaparecer conforme la reproducción va quedando en el olvido.
Por lo anterior, mantener la vida erótica y sexual más allá de la mediana edad nos desafía a construir un nuevo espacio íntimo donde los componentes físicos, psicológicos y emocionales se combinen armoniosamente para crear una modalidad sexual particular que acompañe esta etapa de la vida.
En la vejez, el concepto de sexualidad se basa fundamentalmente en una optimización de la calidad de la relación, más que en la cantidad y frecuencia de encuentros sexuales. En este contexto, la calidad parece relacionarse a establecer variaciones en el patrón sexual, dadas las modificaciones propias del envejecimiento fisiológico.
Dichas modificaciones no debiesen implicar un menoscabo o deterioro de la intimidad sexual de mujeres y hombres, sino tan sólo una adaptación y redescubrimiento de nuevas formas de erotización y búsqueda del placer.
A los cambios anatómicos en los órganos sexuales de los hombres mayores (disminución del ángulo de elevación del pene, disminución del tamaño testicular, menor ascenso testicular con la erección y aumento del tamaño prostático) se sumarán modificaciones funcionales tales como erección más lenta y menos completa, un enlentecimiento de la eyaculación y menor fluido en la misma, así como un periodo refractario más largo en comparación con años anteriores.
Algo similar ocurrirá con las mujeres. Los cambios anátomicos tales como la rigidez de las paredes vaginales y cambios en la turgencia de los labios vulvares serán acompañados de disminución de la lubricación vaginal, menor número de contracciones orgásmicas y menor intumescencia del clítoris.
Identificar y conocer estos cambios evitará frustraciones y situaciones de ansiedad ante las siguientes relaciones sexuales, que podrían llevar al cese innecesario de la actividad sexual. Más bien, reconocer estas modificaciones exigirá a ambos amantes un descubrimiento de nuevas formas, tiempos y expectativas depositadas en el encuentro sexual, que hagan permanecer el espacio erótico.
La invitación entonces es deshacerse de estos patrones tradicionales, es decir, de la valoración del coito como única forma de entregarse al placer, para dar paso a nuevas prácticas amatorias tales como aproximaciones físicas cuerpo a cuerpo, caricias genitales, masturbaciones compartidas y también espacios de compañía emocional, sin otro fin que el de estar juntos disfrutando un momento único y conocido de intimidad corporal.
Sexo y mujer
Renata Ortega - Terapeuta sexual y de pareja
Centro Meridiano - Medicina china para la salud de la mujer
www.centromeridiano.cl
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