Hace casi ocho años que el nacimiento natural, respetuoso, íntimo de mi hija mayor hizo un cambio tan grande que cambió mi vocación. Ya no pensaba en proyectos de arquitectura, la profesión que había escogido, sino que empecé a pensar cómo divulgar la experiencia que había tenido en el parto para poder ayudar a más mujeres a vivir el nacimiento de sus hijos siendo protagonistas.
Tengo la certeza de que las mujeres nacemos con la capacidad de parir a nuestros hijos y que recibirlos en un ambiente amoroso de intimidad, seguridad y respeto aseguran luego el apego, la lactancia, su salud física y emocional.
Asi es como, por casualidades (o causalidades) de la vida cambié mi profesión por mi vocación y ahora soy doula.
¿Una que? ¡Me lo han preguntado cientos de veces!
Una doula es una mujer que acompaña a otra en su camino hacia la maternidad. Le da información, y al saber que el nacimiento es un evento más dentro de la vida sexual de una mujer lo respeta y acompaña silenciosa y cariñosamente, cuidando el entorno para que ella pueda conectarse con su hijo y su proceso, y así logre recibirlo como lo soñó.
La doula no realiza ninguna intervención médica, brinda apoyo físico y emocional a la madre antes, durante y después del nacimiento. Entrega información basada en evidencia, para que los padres puedan realizar decisiones informadas acerca de lo que ellos quieren en el nacimiento de sus hijos.
Hoy, a siete años de mi primera experiencia como Doula, recuerdo a cada familia que he acompañado y lo que aprendí con ellas. Y al igual que en un principio tengo la responsabilidad de hablarle a cada mujer embarazada que veo. Siempre recuerdo el caso de una pareja muy especial: estaba comprando un regalo a un amigo en una tienda de té y sentados en una mesa al costado estaban dos parejas hablando de nacimientos. La mamá embarazada decía que quería un nacimiento natural, pero que pensaba que no lo lograría por que su doctor no la apañaba. ¡Fue inevitable decir algo!
Pedí mil disculpas por escuchar su conversación, les dije que ella sí podía tener un nacimiento natural y respetado; les di una tarjeta con mi nombre y la del equipo medico que la podría apoyar. Y terminé acompañando el nacimiento de ese hijo que venía en camino y del que vino después también. ¡Ambos maravillosos! Por experiencias como esta siento de todo corazón que estoy en el camino correcto.
Con mis mamás he podido corroborar que tan solo la presencia de una mujer tranquila y silenciosa que confíe en la capacidad de esa mujer de parir, efectivamente se logran los resultados que han tenido los estudios realizados. Los partos son más cortos, hay menos complicaciones, se reducen las cesáreas, hay menos necesidad de aplicar oxitocina para acelerar el parto, se reduce la necesidad de aplicar fórceps, las mujeres requieren menos la anestesia.
Existe una mayor satisfacción con la experiencia del nacimiento, menor depresión postparto, lactancia más exitosa. También existen beneficios para el padre ya que con la presencia de la doula se sienten más tranquilos y pueden apoyar a su mujer y enfocarse en vivir el nacimiento de sus hijos junto a ella.
Ahora, elegir quién te acompañe en uno de los momentos más importante de tu vida no es menor… Debe existir confianza, empatía, una sensibilidad y conexión especial entre tú y ella. Ojalá hayan compartido varias visitas prenatales bien conversadas para lograr esa relación.
La doula no es parte del equipo médico, ella es parte de la familia. Siempre les digo a mis parejas: Cuando yo llegue a su casa el día del nacimiento, lo ideal es que ustedes suspiren, se alegren y digan ¡Que bueno que llegaste!