Las diversas variaciones que ha tenido la sociedad y especialmente la distribución de los roles y funciones dentro del núcleo familiar, inevitablemente ha repercutido en una nueva figura de abuelos. Si bien todas las familias son diferentes, podríamos generalizar señalando que los abuelos de hoy en día son cada vez más jóvenes y llenos de energía. Son abuelos que se proyectan, a pesar que algunos hayan finalizado sus vidas laborales, o que por el contrario, continúan muy atareados.
Abuelas que van a clases de yoga y que a su vez tienen que cuidar a sus propios padres, ya que las expectativas de vida son cada vez más altas. Atrás queda entonces la imagen de esos abuelos canosos y arrugados, con todo el tiempo del mundo, pero más débiles; y bienvenidos sean los abuelos que van a dejar al jardín, que van de compras y ayudan en los trámites.
¿Serán sólo cambios en apariencia, o el rol de los abuelos realmente ha cambiado? Tal vez al verlos más jóvenes, en ocasiones nos sentimos con el derecho de exigirles más, olvidando que ya merecen un momento de descanso luego de una vida de trabajo y de construir familia. A pesar de más o menos exigencias, de abuelos jóvenes o más viejos, se trata de un lugar que continúa y continuará siendo fundamental; ya que en ellos está el valor del tiempo.
Ellos nos permiten sentirnos parte de una historia, estableciendo así un vínculo transgeneracional que nos conecta con nuestros orígenes y que por lo tanto puede ayudarnos a comprendernos mejor, a situarnos como parte de una trama familiar, más o menos compleja.
En muchos casos continúan siendo ellos quienes congregan, quienes “hacen familia”, quienes cuentan anécdotas y quienes en momentos difíciles aparecen como figuras trascendentales; quienes ante una crisis familiar por ejemplo, pueden velar por que sus nietos sientan paz y continuidad en sus rutinas, además de contención y cariño.
En algunas familias es probable que la relación con los abuelos fluya sin mayores inconvenientes, pero en otras en cambio, será frecuentemente fuente de conflictos. Sin bien podríamos pensar que una buena relación entre padres e hijos será predictor de una buena relación entre abuelos y nietos, esto no siempre es así, como tampoco lo es a la inversa. El convertirse en abuelos es para muchos una oportunidad de reelaborar estilos de relación y cumplimiento de ciertos roles. Son muchos los abuelos que perciben este momento como una segunda oportunidad en sus vidas para vincularse por ejemplo desde los afectos, y no ya desde la exigencia, o desde una distancia forzada y mal entendida como “respeto”. Puede ser una oportunidad de amar de manera más espontánea, ya que no pesa sobre ellos el continuo cuestionamiento acerca de si las cosas se están haciendo bien o mal. Muchos abuelos dicen sentirse agradecidos de vivir la experiencia de enfrentarse a querer de otra manera; así como muchos lo describen, conocer un amor sin reglas, un amor “hippie”. Sin embargo, es a veces este “amor sin medida” el que genera conflictos, principalmente en el establecimeinto de límites. Resultan siempre cercanas las situaciones de desencuentros entre padres y abuelos, y podríamos presentar infinidad de ejemplos. Tal vez lo fundamental sea el respeto, tanto del lugar de los padres como de los abuelos. Reconocer y aceptar que se trata de lugares y roles absolutamente distintos, y que no podrán competir entre ellos. Para los abuelos, aprender y respetar el lugar de sus hijos en su nuevo rol de padres; acompañar y estar disponibles cuando pidan un consejo. Para los padres, ser generosos al compartir todo el amor que sus hijos entregan, permitirles que los abuelos sean protagónicos en sus vidas, ya que además del infinito cariño que pueden entregar, ese lugar de historia será irremplazable. Quienes hemos tenido la suerte de crecer rodeados del cariño de nuestros abuelos, sabemos que se trata de un enorme regalo, que deja huellas y trasciende. Constanza Pérez- Psicóloga Infanto Juvenil