¡Mi hijo es muy inquieto!
Babytuto
8 de mayo de 2015
Quise escribir este artículo basándome en mi experiencia como profesional pero también como mamá de un niño “inquieto”.
Cuando hablo de inquieto me refiero a niños con una intensidad y vitalidad inigualables, con energía infinita para correr, saltar y jugar. Niños que se mueven de un lado a otro sin cansarse, que focalizan brevemente su atención y pasan de una actividad a otra de manera muy rápida.
Me imagino que son muchas las mamás que pueden identificar rápidamente a sus hijos con las características anteriores. Y la verdad es que es esperable que así sea. ¿Pero por qué digo esto? Porque hoy en día se tiende a etiquetar cada conducta de los niños, patologizándolos o encasillándolos en categorías como las de “Niño Inquieto”, “Niño Distraído”, “Niños Desatento”.
Es importante aclarar que no se debe confundir la vitalidad propia y sana de un niño de dos, tres o cuatro años con ningún tipo de trastorno.
La escolarización temprana que estamos viviendo en estos tiempos no contribuye a ver con naturalidad este tipo de comportamientos, puesto que desde muy pequeños, las salas cunas, jardines infantiles y playgroups exigen a los niños comportarse como niños de pre-kinder o mayores. Son solo algunos sistemas educativos preescolares los que sí respetan estos procesos y buscan que los niños exploren libremente su entorno y jueguen a su ritmo.
A mi consulta han llegado papás angustiados porque en el jardín les han dicho por ejemplo que su hija de 3 años y medio tiene Déficit Atencional, ¡cuando en la realidad ese trastorno recién puede diagnosticarse a los 7 años! Y lo que es peor aún, en una ocasión el diagnóstico lo había realizado la misma educadora, quien no tiene la formación para evaluar ni menos diagnosticar este tipo de sintomatologías, lo que habla de una falta de seriedad y ética importante.
Que los niños se frustren con facilidad, les cueste focalizar la atención por periodos prolongados, les cueste permanecer sentados mucho rato, quieran jugar a ciertas cosas y a otras no, prefieran a veces juegos individuales más que sociales, se entristezcan cuando se separan de sus papás, y así una larga lista de conductas por las cuales se nos alerta como papás en las reuniones e informes de fin de año, son conductas esperables y sanas de los niños pequeños. Estas conductas van a ir madurando con el ritmo que el niño requiere, en algunos ocurrirá antes, en otros después.
Claro está que hay niños con una capacidad de adaptación al ambiente mayor que otros y que pueden renunciar con mayor facilidad a sus deseos con tal de amoldarse a lo que se les exige. Pero lo que intento enfatizar es que durante la infancia temprana, es normal esperar diferencias en las etapas madurativas de los niños. Nuestra tarea como padres en ese proceso, es primero que nada respetarlos en su individualidad y originalidad, luego darles las condiciones para que puedan desafiarse a más, pero sin obligarlos ni enojarnos con ellos si no lo logran.
No podemos esperar que sean los sistemas educativos lo que implementen los cambios, sino que nosotros como padres debemos saber resguardar los derechos de nuestros hijos y no apurarlos a crecer. La sobre-adaptación es fantástica para los adultos, pues tratar con niños ultra obedientes hace todo más sencillo, pero el crecer anticipadamente trae costos emocionales importantes para la vida adulta. Personas sumisas, con miedo al rechazo social, con tendencia a relaciones dependientes, son alguno de esos costos.
Con todo esto que he dicho, no pretendo que como mamás y papás se pongan una venda en los ojos cuando estén frente a niños que sí tienen conductas problemáticas o desadaptativas. En este sentido, si piensas que ciertas conductas de tu hijo son extremadamente intensas, ocasionando una desarmonía en tu casa, y no solo es el jardín el que te lo ha mencionado sino que familiares y amigos, es importante estar alerta y solicitar ayuda de un profesional que lo evalúe. Actuar a tiempo en estos casos es fundamental para un favorable pronóstico.
Si son parte de las afortunadas familias con hijos “inquietos”, los invito a reflexionar en torno a lo que aquí he planteado, y a desafiar a quienes buscan extinguir esa característica infantil tan esperable.
Para que nuestros hijos sean niños sanos y felices debemos acompañarlos con amor en su camino de crecimiento emocional, cognitivo, físico y espiritual.
Alejandra Platoni
- Psicóloga Clínica Infanto Juvenil y Directora Allegra Red
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¡Mi hijo es muy inquieto!
Babytuto
8 de mayo de 2015
Quise escribir este artículo basándome en mi experiencia como profesional pero también como mamá de un niño “inquieto”.
Cuando hablo de inquieto me refiero a niños con una intensidad y vitalidad inigualables, con energía infinita para correr, saltar y jugar. Niños que se mueven de un lado a otro sin cansarse, que focalizan brevemente su atención y pasan de una actividad a otra de manera muy rápida.
Me imagino que son muchas las mamás que pueden identificar rápidamente a sus hijos con las características anteriores. Y la verdad es que es esperable que así sea. ¿Pero por qué digo esto? Porque hoy en día se tiende a etiquetar cada conducta de los niños, patologizándolos o encasillándolos en categorías como las de “Niño Inquieto”, “Niño Distraído”, “Niños Desatento”.
Es importante aclarar que no se debe confundir la vitalidad propia y sana de un niño de dos, tres o cuatro años con ningún tipo de trastorno.
La escolarización temprana que estamos viviendo en estos tiempos no contribuye a ver con naturalidad este tipo de comportamientos, puesto que desde muy pequeños, las salas cunas, jardines infantiles y playgroups exigen a los niños comportarse como niños de pre-kinder o mayores. Son solo algunos sistemas educativos preescolares los que sí respetan estos procesos y buscan que los niños exploren libremente su entorno y jueguen a su ritmo.
A mi consulta han llegado papás angustiados porque en el jardín les han dicho por ejemplo que su hija de 3 años y medio tiene Déficit Atencional, ¡cuando en la realidad ese trastorno recién puede diagnosticarse a los 7 años! Y lo que es peor aún, en una ocasión el diagnóstico lo había realizado la misma educadora, quien no tiene la formación para evaluar ni menos diagnosticar este tipo de sintomatologías, lo que habla de una falta de seriedad y ética importante.
Que los niños se frustren con facilidad, les cueste focalizar la atención por periodos prolongados, les cueste permanecer sentados mucho rato, quieran jugar a ciertas cosas y a otras no, prefieran a veces juegos individuales más que sociales, se entristezcan cuando se separan de sus papás, y así una larga lista de conductas por las cuales se nos alerta como papás en las reuniones e informes de fin de año, son conductas esperables y sanas de los niños pequeños. Estas conductas van a ir madurando con el ritmo que el niño requiere, en algunos ocurrirá antes, en otros después.
Claro está que hay niños con una capacidad de adaptación al ambiente mayor que otros y que pueden renunciar con mayor facilidad a sus deseos con tal de amoldarse a lo que se les exige. Pero lo que intento enfatizar es que durante la infancia temprana, es normal esperar diferencias en las etapas madurativas de los niños. Nuestra tarea como padres en ese proceso, es primero que nada respetarlos en su individualidad y originalidad, luego darles las condiciones para que puedan desafiarse a más, pero sin obligarlos ni enojarnos con ellos si no lo logran.
No podemos esperar que sean los sistemas educativos lo que implementen los cambios, sino que nosotros como padres debemos saber resguardar los derechos de nuestros hijos y no apurarlos a crecer. La sobre-adaptación es fantástica para los adultos, pues tratar con niños ultra obedientes hace todo más sencillo, pero el crecer anticipadamente trae costos emocionales importantes para la vida adulta. Personas sumisas, con miedo al rechazo social, con tendencia a relaciones dependientes, son alguno de esos costos.
Con todo esto que he dicho, no pretendo que como mamás y papás se pongan una venda en los ojos cuando estén frente a niños que sí tienen conductas problemáticas o desadaptativas. En este sentido, si piensas que ciertas conductas de tu hijo son extremadamente intensas, ocasionando una desarmonía en tu casa, y no solo es el jardín el que te lo ha mencionado sino que familiares y amigos, es importante estar alerta y solicitar ayuda de un profesional que lo evalúe. Actuar a tiempo en estos casos es fundamental para un favorable pronóstico.
Si son parte de las afortunadas familias con hijos “inquietos”, los invito a reflexionar en torno a lo que aquí he planteado, y a desafiar a quienes buscan extinguir esa característica infantil tan esperable.
Para que nuestros hijos sean niños sanos y felices debemos acompañarlos con amor en su camino de crecimiento emocional, cognitivo, físico y espiritual.
Alejandra Platoni
- Psicóloga Clínica Infanto Juvenil y Directora Allegra Red
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