Además, está lo que esto le genera a nuestros hijos o hijas: ansiedad y estrés. Pero ¿por qué? Porque ponemos las expectativas de esa idealización en ellos, esperando que se comporten de una forma, eligiendo ignorar que cada guagua es un mundo, por ende, cada familia también, y debemos vivirlo como tal.
Ahora, ¿cómo superar esto?
Debemos entregarnos por completo a nuestros hijos/as, dejar que ellos vayan guiando este proceso y nosotros tomar las decisiones en base a eso, porque lo mejor para él o ella sólo lo saben sus padres a través del instinto. Esta vez la guagua es el maestro y no hay quien te pueda enseñar mejor a ser papá o mamá que él o ella.
El tiempo y las circunstancias dirán qué tan bien lo estamos haciendo; tu hijo/a mostrará sus gratificaciones, te regalará sonrisas, calma cuando percibas bien el mensaje de su llanto, fluidez en el día a día. Sabrán comunicarse tan bien que todos esos consejos de la tía, prima, abuela, libro o revista quedarán a un lado y comenzarán a vivir el “ma/paternaje” a su manera, felices, cómodos.
Entonces, por más que leamos, escuchemos, miremos, lo que sucede de la puerta hacia adentro de nuestras casas depende de nosotros y la manera en que decidimos vivir la vida familiar, idealmente en un clima dado por el conocimiento mutuo entre los integrantes. En un ambiente así encontraremos una guagua contenida y amada, reconocida como un ser humano individual, único e incomparable.
¡Los y las invito a despojarse de toda idea preconcebida y a seguir el instinto, a disfrutar de esta experiencia maravillosa de traer un nuevo ser al mundo!