La impaciente: Volver a las canchas
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Vi al Pelao. Era tan obvio que iba a pasar. Pero dejen que parta desde una reflexión más básica, en orden: ¿saben lo que descubrí la semana pasada? Esto: que tengo 30 años y todavía puedo salir y pinchar. Chan.
Sí. A pesar de tener el corazón roto, la cabeza en cualquier parte y haber empezado a preocuparme recientemente por las canas, sigo siendo atractiva para el mercado masculino. Esto es excelente. En parte porque mi propia expectativa era que ya nadie me miraba y que si alguien me encontraba linda era el Pelao, fin de la historia. Ahora, lo que no es tan bueno es la muestra: es sencillo tener una aprobación estadísticamente alta si los sujetos están 1) alcoholizados y 2) hornys. Sí, es triste, pero es verdad.
Siempre me imaginé que si salía, estaría en una esquina mirando cómo la gente joven y bella lo pasaba bien. Honestamente, un 25% del tiempo pasa eso, como en toda fiesta. Pero el resto del tiempo, WOW, déjenme que les cuente: las cosas han cambiado. Los hombres son más abiertos y relajados, las mujeres son bastante más liberales (léase "seductoras", "frontales"). Está todo pasando. Todo.
Me topé con un ex -bien demacrado, lo que me hizo sentir mejor en comparación-, luego bailé con un par de tipos simpáticos y finalmente conocí a un cabro chico de 24 años muy estupendoso. MUY. Sí, 24. Yo, mujer de 30. Lo pasé increíble. ¿Qué puede hablar un hombre de 24 con una mujer de 30? Mucho. Me sentí como antropóloga, descubriendo otra generación de sujetos guapos, inteligentes, más directos, con menos miedo. TAN distinto a la generación con la que yo salí toda mi vida (con todo calculado, indiferentes, temerosos). Intercambiamos teléfonos. Me siento de 15 y me gusta.
Y después el Pelao. Esta es una de esas cosas pencas e innecesarias que pasan, porque me lo topé de frente, yo me iba yendo, él venía llegando. Habíamos tenido conversaciones educadas y cordiales, adultas, desde que se fue. Llegó con una chaqueta de cuero, con unas piscolas de más, acompañado por los amigotes. Eufórico.
Huí. Lo saludé súper rápido, le inventé una excusa y me fui. Porque ese no es el Pelao con el que yo estuve todo este tiempo. Porque es feo encontrarse ahora, cuando ya no somos nada. Y porque si yo consigo el número de un galán de 24, no quiero ni imaginar cómo le estará yendo a él.
La impaciente
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La impaciente: Volver a las canchas
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Vi al Pelao. Era tan obvio que iba a pasar. Pero dejen que parta desde una reflexión más básica, en orden: ¿saben lo que descubrí la semana pasada? Esto: que tengo 30 años y todavía puedo salir y pinchar. Chan.
Sí. A pesar de tener el corazón roto, la cabeza en cualquier parte y haber empezado a preocuparme recientemente por las canas, sigo siendo atractiva para el mercado masculino. Esto es excelente. En parte porque mi propia expectativa era que ya nadie me miraba y que si alguien me encontraba linda era el Pelao, fin de la historia. Ahora, lo que no es tan bueno es la muestra: es sencillo tener una aprobación estadísticamente alta si los sujetos están 1) alcoholizados y 2) hornys. Sí, es triste, pero es verdad.
Siempre me imaginé que si salía, estaría en una esquina mirando cómo la gente joven y bella lo pasaba bien. Honestamente, un 25% del tiempo pasa eso, como en toda fiesta. Pero el resto del tiempo, WOW, déjenme que les cuente: las cosas han cambiado. Los hombres son más abiertos y relajados, las mujeres son bastante más liberales (léase "seductoras", "frontales"). Está todo pasando. Todo.
Me topé con un ex -bien demacrado, lo que me hizo sentir mejor en comparación-, luego bailé con un par de tipos simpáticos y finalmente conocí a un cabro chico de 24 años muy estupendoso. MUY. Sí, 24. Yo, mujer de 30. Lo pasé increíble. ¿Qué puede hablar un hombre de 24 con una mujer de 30? Mucho. Me sentí como antropóloga, descubriendo otra generación de sujetos guapos, inteligentes, más directos, con menos miedo. TAN distinto a la generación con la que yo salí toda mi vida (con todo calculado, indiferentes, temerosos). Intercambiamos teléfonos. Me siento de 15 y me gusta.
Y después el Pelao. Esta es una de esas cosas pencas e innecesarias que pasan, porque me lo topé de frente, yo me iba yendo, él venía llegando. Habíamos tenido conversaciones educadas y cordiales, adultas, desde que se fue. Llegó con una chaqueta de cuero, con unas piscolas de más, acompañado por los amigotes. Eufórico.
Huí. Lo saludé súper rápido, le inventé una excusa y me fui. Porque ese no es el Pelao con el que yo estuve todo este tiempo. Porque es feo encontrarse ahora, cuando ya no somos nada. Y porque si yo consigo el número de un galán de 24, no quiero ni imaginar cómo le estará yendo a él.
La impaciente
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