La impaciente: Ternura y paciencia
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Hay gente que se pasa el día viendo fotos de animalitos tiernos, desde osos pandas, pasando por gatitos que se quedan dormidos y perritos increíblemente tiernos, hasta el día de playa de un elefante entusiasta. Sí, yo también vuelvo a creer que el mundo tiene algo de bondad todavía cuando veo ese tipo de cosas (y a veces me emociono hasta las lágrimas en la pega. Adiós seriedad profesional). Pero lo que últimamente más me emociona es ver cosas mini de guagua. Son tan tiernas. Y con “tiernas” quiero decir que me dan ganas de comprarlas y que...ya compré un par.
El sábado fui a un babyshower, pero antes del babyshower fui a elegir un regalo. Y cuando estaba en eso no me pude aguantar y compré un par de cosas para el poroto inexistente. ¿Muy loca? No se lo he mostrado al Pelao, porque me de vergüenza, pero encontré que eran tan lindas las cosas, que tenía que tenerlas. Es como una forma de empezar a esperarla. ¿La? ¿Lo? Tengo el presentimiento de que será niñita. Medio idiota, ¿cierto? Así que compré de esos zapatitos enanos y también un pilucho lleno de frufru y florecitas chicas. Y un par de libros: uno sobre las distintas formas de los bigotes, uno de una canción de Bob Dylan ilustrado para niños y uno que enumera los motivos por los que ser niño es lo mejor. Me gusta imaginarme leyéndole estos libros, enseñándole a quererlos. Mientras eso no pase, estarán escondidos en el clóset, al igual que mi obsesión creciente con todo lo relacionado con niños.
¿Por qué uno se pone más sensible con esto de embarazarse? La sola idea ya da ataques de ternura o -he visto casos- de cuestionamientos existenciales. De alguna manera plantearse tener un hijo te obliga a evaluar en qué estás, para dónde vas, como en esas preguntas de entrevistas laborales: “¿Dónde te imaginas en 5 años más?”, “Si no estuvieras haciendo esto, ¿qué otra cosa estarías haciendo?”. Esto se acentúa con el inicio de un nuevo año: las ganas de empezar de nuevo, de concretar todas esas cosas que no hemos sido capaces de aterrizar, de realmente empezar a pasar tiempo con la gente que queremos. Las ganas de acercarnos un poco más a la mejor versión de nosotros mismos.
Para este nuevo año me propuse ser más generosa, tolerante y paciente. Sí, paciente. Porque a veces las cosas tienen su propio ritmo y uno no puede hacer más que seguirlo. Porque estar empujando todo el tiempo para que pasen cosas es desgastante y solo acaba frustrando cuando las cosas no salen como uno quiere. Porque quizás parte de crecer tiene que ver con esperar lo mejor, sin exigir lo mejor. Que las cosas se den naturalmente. Me cuesta, pero en eso estoy ahora.
La Impaciente
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La impaciente: Ternura y paciencia
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Hay gente que se pasa el día viendo fotos de animalitos tiernos, desde osos pandas, pasando por gatitos que se quedan dormidos y perritos increíblemente tiernos, hasta el día de playa de un elefante entusiasta. Sí, yo también vuelvo a creer que el mundo tiene algo de bondad todavía cuando veo ese tipo de cosas (y a veces me emociono hasta las lágrimas en la pega. Adiós seriedad profesional). Pero lo que últimamente más me emociona es ver cosas mini de guagua. Son tan tiernas. Y con “tiernas” quiero decir que me dan ganas de comprarlas y que...ya compré un par.
El sábado fui a un babyshower, pero antes del babyshower fui a elegir un regalo. Y cuando estaba en eso no me pude aguantar y compré un par de cosas para el poroto inexistente. ¿Muy loca? No se lo he mostrado al Pelao, porque me de vergüenza, pero encontré que eran tan lindas las cosas, que tenía que tenerlas. Es como una forma de empezar a esperarla. ¿La? ¿Lo? Tengo el presentimiento de que será niñita. Medio idiota, ¿cierto? Así que compré de esos zapatitos enanos y también un pilucho lleno de frufru y florecitas chicas. Y un par de libros: uno sobre las distintas formas de los bigotes, uno de una canción de Bob Dylan ilustrado para niños y uno que enumera los motivos por los que ser niño es lo mejor. Me gusta imaginarme leyéndole estos libros, enseñándole a quererlos. Mientras eso no pase, estarán escondidos en el clóset, al igual que mi obsesión creciente con todo lo relacionado con niños.
¿Por qué uno se pone más sensible con esto de embarazarse? La sola idea ya da ataques de ternura o -he visto casos- de cuestionamientos existenciales. De alguna manera plantearse tener un hijo te obliga a evaluar en qué estás, para dónde vas, como en esas preguntas de entrevistas laborales: “¿Dónde te imaginas en 5 años más?”, “Si no estuvieras haciendo esto, ¿qué otra cosa estarías haciendo?”. Esto se acentúa con el inicio de un nuevo año: las ganas de empezar de nuevo, de concretar todas esas cosas que no hemos sido capaces de aterrizar, de realmente empezar a pasar tiempo con la gente que queremos. Las ganas de acercarnos un poco más a la mejor versión de nosotros mismos.
Para este nuevo año me propuse ser más generosa, tolerante y paciente. Sí, paciente. Porque a veces las cosas tienen su propio ritmo y uno no puede hacer más que seguirlo. Porque estar empujando todo el tiempo para que pasen cosas es desgastante y solo acaba frustrando cuando las cosas no salen como uno quiere. Porque quizás parte de crecer tiene que ver con esperar lo mejor, sin exigir lo mejor. Que las cosas se den naturalmente. Me cuesta, pero en eso estoy ahora.
La Impaciente
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