La impaciente: Reuniones ( arriesgadas) de compañeros de colegio

Babytuto

24 de septiembre de 2014

Una reunión con los excompañeros de curso es siempre un riesgo. Siempre. No me importa lo que digan: uno va a exponerse, a que te pregunten por tu vida, a compararse y que te comparen, a ver quién se fue a la cresta físicamente, quién se está quedando pelado, quién subió 30 kilos, quién parece todavía de 18, quién sigue siendo un pelotudo y quién podría ser una persona completamente distinta y tal vez un nuevo amigo. Sí, sí, también uno va a reírse y a acordarse de anécdotas, pero la parte que da susto es la primera que les menciono (y el que no reconozca eso está mintiendo, ah). Requiere coraje. Yo sentí que ir significaba armarme de autoestima y estar dispuesta a que me preguntaran por el Pelao. Y voilà, así fue. No veía a la gran mayoría de compañeros y compañeras desde el 2000, más o menos. Muchos de ellos conocen al Pelao por uno u otro motivo: tienen amigos en común, alguna vez nos topamos y yo andaba con él, un par -los que sí veo- son mis amigos y de verdad conocen toda la historia. Y los que no lo conocían igual me preguntaron: ¿casada, con hijos? Y me reí un poco como no dándole importancia, pero me molestó también como en un 20% (en un 80% la pregunta me desconcertó no más): ¿debiera estar casada, con hijos? Estoy soltera. Solterísima. Tengo un perro. El asunto es este: en nuestro país la mujeres de 30 están casadas, con hijos, o en una relación larga larga que se convierte en noviazgo en 4, 3, 2, 1. Y el resto de las mujeres, las solteras, se ven un poco desesperadas, Las de mi edad, digo. Y yo no me siento así (desesperada), y tampoco me gusta tanto eso de las solteras por un lado y las casadas por el otro. Y me carga esa mirada como de pena que te dan algunas casadas que encuentran terrible estar soltera a esta edad. O sea que tal vez sí debiera estar casada, con hijos, para ellas. Pero no lo estoy po. Y creo que es la mejor decisión posible para mí. Así que: soltera, tengo un perro, aunque a estas alturas mi perro es el que me adoptó. Cuando me quité ese primer round de preguntas de encima pude disfrutar de verdad de estar con todos ellos.  Quizás lo más difícil era decirlo en voz alta: no, ya no estoy con el Pelao, no, no lo he visto, no, no vamos a volver. Me di cuenta de que ha pasado harto tiempo, pero que somos los mismos: un poquito más dañados, un poco menos inocentes, algo más arrasados por el tiempo. Pude encontrar una parte de mí que todavía conecta con ellos. Y me sentí cómoda y en algún punto caché lo fantástico que era estar ahí, todos juntos, vivos, sanos, cada uno con sus historias. Sus historias complicadas, retorcidas o sencillitas. Con sus proyectos. Uno por ahí ya es medio famoso, otros andan más bien sobreviviendo a su condición. Y yo: sí, soltera, tengo un perro, pero también tengo y soy mucho más que eso. Y estoy feliz. La impaciente reuniones

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