La impaciente: Renuncias temporales (parte 2)
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Y bueno, esta es la segunda parte: lo he conversado con todas mis amigas y el cuerpo cambia. También sé que es una obviedad, pero no sé si es el hecho de estar cada vez más cerca de los 30 (a solo dos semanas) o qué, pero he vuelto a pensar sobre el cuerpo.
A ver, realmente, nunca he tenido exactamente el cuerpo que me gustaría tener. Me imagino que esto resume prácticamente el pensamiento del 99% de las mujeres occidentales, pero permítanme ahondar.
El asunto es que nunca he tenido esos abdominales ultramarcados o el hueso anoréxico de la cadera estando de pie (tendida todo el mundo lo tiene, no sean tramposas). He hecho dietas satánicas, he cambiado de estilo de vida como 50 veces y también he renunciado a esos estilos de vida cuando me he dado cuenta que son insostenibles. Me he declarado vegetariana, he hecho dietas hipocalóricas, altas en proteínas y grasas, altas solo en proteínas, he hecho dietas de consumir un tipo de alimento por 3 días (manzana, arroz, berries, you name it), también he hecho esas que juegan con combinaciones hiperprecisas de comida prometiendo la panacea y durante un tiempo viví a base de fideos chinos. En una época algo mejor viví a base de batidos de frutas. En otra época me dio por comer queso como loca. ¿El resultado? El cuerpo que tengo ahora: ni una maravilla escultural ni una cosa sin forma. Mi cuerpo no más.
Y ahora se supone que este cuerpo será también el cuerpo del poroto. Que tengo que empezar a cuidarlo no solo con fines estéticos. Que tengo que comer de todo un poco. Que tengo que pensar no tanto “calóricamente” sino “nutricionalmente” (adiós matrimonios durante los cuales mi mente se pasaba haciendo ecuaciones diferenciales: "A ver, si no como las verduritas de acompañamiento ni los canapés del aperitivo, tal vez pueda comer doble porción de mousse de chocolate, compensando con solo tomar champaña y evitar a toda costa el pisco sour"). Y que cuando tenga este bebé –si algún día, al ritmo que vamos, me quedo embarazada- mi cuerpo no será el mismo.
Cumpliré 30 años. Mi cuerpo ya no es el mismo que el de los 25 y qué decir de los 20. Y tal vez esta otra renuncia, la renuncia a la exigencia de ser “perfecta”, la renuncia a centrar gran parte de los esfuerzos en la superficie, sea la renuncia más sana.
La Impaciente
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La impaciente: Renuncias temporales (parte 2)
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Y bueno, esta es la segunda parte: lo he conversado con todas mis amigas y el cuerpo cambia. También sé que es una obviedad, pero no sé si es el hecho de estar cada vez más cerca de los 30 (a solo dos semanas) o qué, pero he vuelto a pensar sobre el cuerpo.
A ver, realmente, nunca he tenido exactamente el cuerpo que me gustaría tener. Me imagino que esto resume prácticamente el pensamiento del 99% de las mujeres occidentales, pero permítanme ahondar.
El asunto es que nunca he tenido esos abdominales ultramarcados o el hueso anoréxico de la cadera estando de pie (tendida todo el mundo lo tiene, no sean tramposas). He hecho dietas satánicas, he cambiado de estilo de vida como 50 veces y también he renunciado a esos estilos de vida cuando me he dado cuenta que son insostenibles. Me he declarado vegetariana, he hecho dietas hipocalóricas, altas en proteínas y grasas, altas solo en proteínas, he hecho dietas de consumir un tipo de alimento por 3 días (manzana, arroz, berries, you name it), también he hecho esas que juegan con combinaciones hiperprecisas de comida prometiendo la panacea y durante un tiempo viví a base de fideos chinos. En una época algo mejor viví a base de batidos de frutas. En otra época me dio por comer queso como loca. ¿El resultado? El cuerpo que tengo ahora: ni una maravilla escultural ni una cosa sin forma. Mi cuerpo no más.
Y ahora se supone que este cuerpo será también el cuerpo del poroto. Que tengo que empezar a cuidarlo no solo con fines estéticos. Que tengo que comer de todo un poco. Que tengo que pensar no tanto “calóricamente” sino “nutricionalmente” (adiós matrimonios durante los cuales mi mente se pasaba haciendo ecuaciones diferenciales: "A ver, si no como las verduritas de acompañamiento ni los canapés del aperitivo, tal vez pueda comer doble porción de mousse de chocolate, compensando con solo tomar champaña y evitar a toda costa el pisco sour"). Y que cuando tenga este bebé –si algún día, al ritmo que vamos, me quedo embarazada- mi cuerpo no será el mismo.
Cumpliré 30 años. Mi cuerpo ya no es el mismo que el de los 25 y qué decir de los 20. Y tal vez esta otra renuncia, la renuncia a la exigencia de ser “perfecta”, la renuncia a centrar gran parte de los esfuerzos en la superficie, sea la renuncia más sana.
La Impaciente
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