La impaciente: (Re) Educación sentimental

Babytuto

10 de septiembre de 2014

Ya, esto es lo que nunca nos advirtieron cuando nos enamoramos: que todo eso bonito que uno vive y que todos los gestos a los que uno se acostumbra, después se vuelven dolorosos. La memoria, al final, es un mecanismo sádico elegante. ¿No quiso pasarlo bien? Bueno, ahora sufra las consecuencias recordándolo todo. Tengo tantas ganas de olvidarme del Pelao, de dejarlo atrás, pero no paro de acordarme de él. Todos sabemos lo del clavo (y oigan, hay estudios que confirman que lo del clavo es verdad y sirve), pero es complicado. Tengo la cabeza hecha una fiesta adolescente con exceso de alcohol. Seré honesta: estoy saliendo con el de 24 (que de ahora en adelante llamaremos M). Sí. Estoy con M y se me olvida todo lo del Pelao. El Pelao se me vuelve chiquitito, lejano, como de otra vida. Se me hace también más rígido y empaquetado y me sorprende que hayamos durado tanto. Salgo con M y se me olvida hasta mi nombre: es mino-mino-mino, es inteligente, es chistoso. Besa bien (sí, ¡nos dimos besos! Mariposas en la guata, el mundo es un musical feliz y yo soy Mrs. Robinson antes de volverse loca). Todo lo que digo le parece novedoso y todo lo que él dice a mí me parece enfermo de tierno. Me dan ganas de adoptarlo, de pagarle la universidad, de llevármelo de viaje, de hacerle masajes en los pies, de decirle "¡tómame!" y "eres lo máximo" y "yo cuidaré a sus descendientes, Señor". Por dignidad, no hago ni digo nada de eso. Pero estoy a punto. No, todavía no ha pasado nada tremendo -you know what I mean-, pero eso mismo hace que todo sea más entretenido. Salgo con él y como que suena una banda sonora pop en mi cabeza. Después estoy sola en mi departamento -que era nuestro departamento- y me acuerdo del Pelao y me baja una pena atroz. Y lo echo de menos. Y me siento culpable. Y me dan ganas de llevar un luto largo por nuestra relación fallida. Y me propongo encerrarme el fin de semana y llorar, rodando por mi cama, tomando cerveza. Y empiezo una especie de dieta culposa durante la cual solo como zanahorias. Y después empiezo a fantasear: ¿y si nos reencontramos en 3 meses más?, ¿en 6 meses más?, ¿en un año más? ¿Y si todo esto es un plan mayor de un dios rebuscado que al final quiere hacernos valorar lo que teníamos para que podamos tener una relación sana y seria de verdad? Y me acuerdo de cómo se preocupaba de que yo desayunara, o de cómo cocinaba gnocchi a la bolognesa, y de cómo era rico despertarme al lado de él todos los días y verlo dormir y de cómo me gustaba la manera en que me abrazaba, hundiendo la nariz en mi cuello. Luego salgo con M y todo empieza de nuevo. Sí, estoy segura que no les gustaría estar viviendo adentro de mi cabeza. PD: evidentemente M no tiene idea que escribo un blog en el que ventilo hasta lo que comí al almuerzo. Un blog que además habla de querer tener hijos. El pobre M huiría. ¿Usted conoce a M? Sea piadosa y no le cuente nada y seremos BF4EVER <3 La impaciente sentimental

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