La impaciente: Huir del lugar común
Babytuto
24 de septiembre de 2014
De pronto la vida de toda mujer que se acerca a la treintena se empieza a llenar de eventos para adultos jóvenes y ya no tan jóvenes. Nosotras, las que antes pasábamos las noches carreteando hasta que nos diera puntada y conociendo al amor de nuestras vidas en esos antros de mala muerte, ahora nos la pasamos en cumpleaños donde corretean niños y se habla de isapres y créditos bancarios. Con el Pelao evitamos a toda costa caer en esos temas, pero cuando estás en un grupo de 10 amigos que insisten en conversarlos, es difícil. ¿En qué momento nos pusimos tan…tan...tan fomes?
Con el Pelao hemos, en parte, logrado esquivar ese cliché del treinteañero latoso, pero a ratos es como si una corriente más grande te arrastrara y de pronto te encuentras respaldando esas afirmaciones que hace un par de años te parecían facilistas: que los jóvenes son tan distintos ahora, que los adolescentes confunden libertad con libertinaje, que cada vez está más peligroso ir a X parte, que no hay nada mejor que quedarse en la casa el fin de semana, etc. Justo cuando uno está pronunciando esas frases es cuando se da cuenta que se ha convertido en un lugar común, que ni siquiera cree en lo que está diciendo pero que, de alguna manera, en algunos contextos ya no importa tanto tampoco, porque es una frase esperable. Porque es más fácil hablar de lugares comunes de lo que realmente pensamos. Y ahí uno se da cuenta que está mintiendo. Y vuelve el círculo, una vez más, y nos volvemos a preguntar quiénes somos y para dónde vamos.
En realidad, creo que nuestra generación está un poco entrampada entre las ganas de querer seguir siendo despreocupados y liberales y, por otra parte, estar metidos en una vida que se nos vuelve, día a día, más seria. Pienso que oscilaremos entre estos extremos siempre. Y me gusta la idea, porque es lo que nos mantiene vigentes o al menos relativamente incómodos, fuera de la zona de comfort, y que eso nos obliga a mirarnos de manera más crítica. Es lo que hará, a la larga, que seamos unos papás choros, menos rígidos. Por ejemplo, ahora el Pelao se compró una guitarra eléctrica y está tomando clases, mientras que yo estoy haciendo box (no, no aerobox, sino boxeo puro y duro, yeah!). ¿Resistencia a crecer o ganas de descubir cosas nuevas? Quizás un poco de las dos. Caso cerrado.
Últimamente los domingos me baja lo que he llamado los baby-blues. Es como lo que antes me daba cuando me sentía sola y pensaba que jamás encontraría pololo y que tendría que vivir con muchos gatos en un departamento. Como que me pongo a añorar esa vida que todavía no tengo y me aterro ante la idea de jamás conseguirla. Sí, es una tontera, porque depende de uno hacerse cargo de que la vida sea agradable. ¿Y si no podemos tener hijos? Hay que pensar en otras opciones. Yo no me cierro ante la idea de adoptar. Se trata de hacer limonada si la vida te da limones.
Como habrán podido deducir, no tengo novedades todavía, pero no me urge mucho. Supongo que hay que relajarse con el cuento y dejar que fluya. So, let it be.
La Impaciente
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La impaciente: Huir del lugar común
Babytuto
24 de septiembre de 2014
De pronto la vida de toda mujer que se acerca a la treintena se empieza a llenar de eventos para adultos jóvenes y ya no tan jóvenes. Nosotras, las que antes pasábamos las noches carreteando hasta que nos diera puntada y conociendo al amor de nuestras vidas en esos antros de mala muerte, ahora nos la pasamos en cumpleaños donde corretean niños y se habla de isapres y créditos bancarios. Con el Pelao evitamos a toda costa caer en esos temas, pero cuando estás en un grupo de 10 amigos que insisten en conversarlos, es difícil. ¿En qué momento nos pusimos tan…tan...tan fomes?
Con el Pelao hemos, en parte, logrado esquivar ese cliché del treinteañero latoso, pero a ratos es como si una corriente más grande te arrastrara y de pronto te encuentras respaldando esas afirmaciones que hace un par de años te parecían facilistas: que los jóvenes son tan distintos ahora, que los adolescentes confunden libertad con libertinaje, que cada vez está más peligroso ir a X parte, que no hay nada mejor que quedarse en la casa el fin de semana, etc. Justo cuando uno está pronunciando esas frases es cuando se da cuenta que se ha convertido en un lugar común, que ni siquiera cree en lo que está diciendo pero que, de alguna manera, en algunos contextos ya no importa tanto tampoco, porque es una frase esperable. Porque es más fácil hablar de lugares comunes de lo que realmente pensamos. Y ahí uno se da cuenta que está mintiendo. Y vuelve el círculo, una vez más, y nos volvemos a preguntar quiénes somos y para dónde vamos.
En realidad, creo que nuestra generación está un poco entrampada entre las ganas de querer seguir siendo despreocupados y liberales y, por otra parte, estar metidos en una vida que se nos vuelve, día a día, más seria. Pienso que oscilaremos entre estos extremos siempre. Y me gusta la idea, porque es lo que nos mantiene vigentes o al menos relativamente incómodos, fuera de la zona de comfort, y que eso nos obliga a mirarnos de manera más crítica. Es lo que hará, a la larga, que seamos unos papás choros, menos rígidos. Por ejemplo, ahora el Pelao se compró una guitarra eléctrica y está tomando clases, mientras que yo estoy haciendo box (no, no aerobox, sino boxeo puro y duro, yeah!). ¿Resistencia a crecer o ganas de descubir cosas nuevas? Quizás un poco de las dos. Caso cerrado.
Últimamente los domingos me baja lo que he llamado los baby-blues. Es como lo que antes me daba cuando me sentía sola y pensaba que jamás encontraría pololo y que tendría que vivir con muchos gatos en un departamento. Como que me pongo a añorar esa vida que todavía no tengo y me aterro ante la idea de jamás conseguirla. Sí, es una tontera, porque depende de uno hacerse cargo de que la vida sea agradable. ¿Y si no podemos tener hijos? Hay que pensar en otras opciones. Yo no me cierro ante la idea de adoptar. Se trata de hacer limonada si la vida te da limones.
Como habrán podido deducir, no tengo novedades todavía, pero no me urge mucho. Supongo que hay que relajarse con el cuento y dejar que fluya. So, let it be.
La Impaciente
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