La impaciente: Cumplir 30
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Llegué. Pensé que nunca iba a llegar, para ser honesta. De alguna manera me imaginaba mi vida pasando de los 20 a los 50, con un salto temporal en que los 30 y los 40 no estaban considerados. Como si la vida pudiese resumirse en unos 20 agitados y unos 50 tranquilos, sin ese recorrido emocionante, extenuante, lleno de decisiones que hay entre medio. Pero no: llegué a los 30, enterita, sin ni un rasguño.
Celebré con mi familia y amigos y noté que hay gente que ha estado siempre y gente que ya no está. Hay personas que estuvieron durante un periodo específico y fueron fundamentales, pero que ya no lo son. También eché de menos atrozmente a los que ya no pueden estar. Parte de mis pensamientos estuvieron con ellos: en otro lugar, en otro espacio, en otro tiempo. Y gente nueva: muchas personas que poco a poco han pasado a formar parte de nuestra vida. Me llena el corazón descubrir hay personas dispuestas a acompañarnos en el camino. Disculpen lo sentimental, es la edad. Ja.
El Pelao lo preparó todo: no tuve ni que pensar qué iban a comer o tomar. Es un gran anfitrión. La gente llegó temprano y se fue tarde y eso -con hijos al hombro, un viernes, luego de una semana de trabajo- se agradece.
Cuando me cantaron cumpleaños feliz pedí dos deseos: tener la madurez para crecer en esta relación y poder tener a nuestro poroto. Pedí, como deseo secundario, no tener que esperar mucho más, aunque me prometí a mí misma paciencia, mucha paciencia.
El Pelao cortó la torta y, mirándolo desde el otro lado del living, mientras se las arreglaba con el merengue que se le desarmaba y las 30 minivelitas que tuvo que sacar una a una, al mismo tiempo que hablaba amablemente con una amiga mía que sé que no le cae increíble, me volví a enamorar. Sentí las mariposas en la guata y esa fascinación por verlo a él, a ese Pelao que ya conozco hace años, haciendo lo que sabe hacer. Siendo él, siendo encantador y eficiente. Teniendo las cosas bajo control sin estresarse si no salen perfectas.
Crucé el living, le quité el cuchillo de torta de la mano, subí mis manos hacia su cuello y le di un beso. Qué rico empezar este nuevo folio así.
La impaciente
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La impaciente: Cumplir 30
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Llegué. Pensé que nunca iba a llegar, para ser honesta. De alguna manera me imaginaba mi vida pasando de los 20 a los 50, con un salto temporal en que los 30 y los 40 no estaban considerados. Como si la vida pudiese resumirse en unos 20 agitados y unos 50 tranquilos, sin ese recorrido emocionante, extenuante, lleno de decisiones que hay entre medio. Pero no: llegué a los 30, enterita, sin ni un rasguño.
Celebré con mi familia y amigos y noté que hay gente que ha estado siempre y gente que ya no está. Hay personas que estuvieron durante un periodo específico y fueron fundamentales, pero que ya no lo son. También eché de menos atrozmente a los que ya no pueden estar. Parte de mis pensamientos estuvieron con ellos: en otro lugar, en otro espacio, en otro tiempo. Y gente nueva: muchas personas que poco a poco han pasado a formar parte de nuestra vida. Me llena el corazón descubrir hay personas dispuestas a acompañarnos en el camino. Disculpen lo sentimental, es la edad. Ja.
El Pelao lo preparó todo: no tuve ni que pensar qué iban a comer o tomar. Es un gran anfitrión. La gente llegó temprano y se fue tarde y eso -con hijos al hombro, un viernes, luego de una semana de trabajo- se agradece.
Cuando me cantaron cumpleaños feliz pedí dos deseos: tener la madurez para crecer en esta relación y poder tener a nuestro poroto. Pedí, como deseo secundario, no tener que esperar mucho más, aunque me prometí a mí misma paciencia, mucha paciencia.
El Pelao cortó la torta y, mirándolo desde el otro lado del living, mientras se las arreglaba con el merengue que se le desarmaba y las 30 minivelitas que tuvo que sacar una a una, al mismo tiempo que hablaba amablemente con una amiga mía que sé que no le cae increíble, me volví a enamorar. Sentí las mariposas en la guata y esa fascinación por verlo a él, a ese Pelao que ya conozco hace años, haciendo lo que sabe hacer. Siendo él, siendo encantador y eficiente. Teniendo las cosas bajo control sin estresarse si no salen perfectas.
Crucé el living, le quité el cuchillo de torta de la mano, subí mis manos hacia su cuello y le di un beso. Qué rico empezar este nuevo folio así.
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