La impaciente: ¿Cuánto dura el amor?
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Esta es la pregunta que nos hacemos al menos una vez en la vida: ¿cuánto dura el amor? ¿Se acaba en algún momento? Y si se muere, ¿es de muerte natural -se agota, se desgasta, envejece- o sufre un envenenamiento progresivo?
Creo que no hay nada más difícil que estar en pareja. Una vez alguien me dijo que es fácil querer a los amigos (o incluso a los extraños o a la humanidad, algo general y abstracto). Es tan sencillo, en realidad, con los amigos: son personas que te gustan, pero con las que no tienes ni una sola de las complicaciones del día a día. Cuando los ves es por algún motivo alegre o, en el peor de los casos, para demostrarse mutuamente cuánto se quieren, apoyándose en los momentos difíciles o tristes. Es súper rosado tener amigos. Rosado tirado a fucsia. Nos fascinan sus mañas porque no tenemos que convivir con ellas a diario, nos encantan esas pequeñas cosas que los hacen un poquito más jodidos, pero también un poquito más especiales, distintos. Qué diferente a la manera en la que tratamos a nuestra pareja.
No se trata de que al principio haya un enamoramiento fatal -rico, intenso, novedoso- que luego se va desvaneciendo por el factor tiempo. En serio, no es solo el tiempo. No va por ahí. Es peor y más grave. ¿Cómo ser románticos con esa persona que ves en sus peores momentos, con las emociones más devastadoras? ¿Cómo recomponerse luego de las peleas y las cosas feas que se dicen y hacen, año tras año, y pensar que eso va a funcionar y que seremos tan grandes personas como para no guardar un resentimiento en un lugar oscuro, oculto, poco accesesible, pero latente?
Hay parejas que lo logran, es verdad, pero también es verdad que son pocas. Y son más -creo- las que lo hacen porque "ya estamos en esta" en vez de porque "quiero seguir viviendo esta aventura contigo". ¿Cuánto pesa el pasado en una relación? ¿Es un peso muerto o es lo que te impulsa y da esperanzas? ¿Y qué quieres que sea? Más importante todavía: ¿te estás quedando porque no tienes energía para partir de nuevo o porque de verdad quieres que funcione y crees en esto?
Conversé de todo esto con el Pelao. Fue una conversación larga, larga, larga. Conversamos tanto que sentía como si hubiésemos estado subiendo un cerro demasiado empinado, sin parar: al final me faltaba aire, me sorprendí de lo lejos que habíamos llegado, me temblaban las manos, quería gritar y dormir y también hacer como si nada de esto no hubiese pasado nunca. Quería darle besos y decirle que todo iba a estar bien. Que seguiríamos juntos. Pero cruzamos un límite y no pude y él tampoco. Y ahora los dos tenemos que ver qué hacer: bajamos derrapando de vuelta y nos rasguñamos con los arbustos y nos caemos, pero volvemos al lugar seguro que ya conocemos; seguimos adelante y cambiamos juntos; o lo dejamos atrás y cada uno baja como puede y tal vez nos damos otra oportunidad para tener otra vida.
Decidimos darnos un tiempo, pensarlo bien y quedarnos arriba de este cerrito emocional: desde acá todo lo que hemos hecho se ve chiquitito y diáfano, todo tiene algo más de sentido: incluso las falsas jugadas, las falsas promesas, las pequeñas decepciones. También vemos las buenas intenciones, el montón de amor que nos tenemos y los restos de ese amor que se han ido tiñendo con miedo y pena. Nos quedaremos acá arriba y nos miraremos un rato: yo le pediré que me proteja del viento y me deje apoyarme en su hombro. Nos quedaremos así: callados, esperando. Aceptaremos que ya no somos los mismos de antes y luego decidiremos cómo bajar.
La impaciente
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La impaciente: ¿Cuánto dura el amor?
Babytuto
10 de septiembre de 2014
Esta es la pregunta que nos hacemos al menos una vez en la vida: ¿cuánto dura el amor? ¿Se acaba en algún momento? Y si se muere, ¿es de muerte natural -se agota, se desgasta, envejece- o sufre un envenenamiento progresivo?
Creo que no hay nada más difícil que estar en pareja. Una vez alguien me dijo que es fácil querer a los amigos (o incluso a los extraños o a la humanidad, algo general y abstracto). Es tan sencillo, en realidad, con los amigos: son personas que te gustan, pero con las que no tienes ni una sola de las complicaciones del día a día. Cuando los ves es por algún motivo alegre o, en el peor de los casos, para demostrarse mutuamente cuánto se quieren, apoyándose en los momentos difíciles o tristes. Es súper rosado tener amigos. Rosado tirado a fucsia. Nos fascinan sus mañas porque no tenemos que convivir con ellas a diario, nos encantan esas pequeñas cosas que los hacen un poquito más jodidos, pero también un poquito más especiales, distintos. Qué diferente a la manera en la que tratamos a nuestra pareja.
No se trata de que al principio haya un enamoramiento fatal -rico, intenso, novedoso- que luego se va desvaneciendo por el factor tiempo. En serio, no es solo el tiempo. No va por ahí. Es peor y más grave. ¿Cómo ser románticos con esa persona que ves en sus peores momentos, con las emociones más devastadoras? ¿Cómo recomponerse luego de las peleas y las cosas feas que se dicen y hacen, año tras año, y pensar que eso va a funcionar y que seremos tan grandes personas como para no guardar un resentimiento en un lugar oscuro, oculto, poco accesesible, pero latente?
Hay parejas que lo logran, es verdad, pero también es verdad que son pocas. Y son más -creo- las que lo hacen porque "ya estamos en esta" en vez de porque "quiero seguir viviendo esta aventura contigo". ¿Cuánto pesa el pasado en una relación? ¿Es un peso muerto o es lo que te impulsa y da esperanzas? ¿Y qué quieres que sea? Más importante todavía: ¿te estás quedando porque no tienes energía para partir de nuevo o porque de verdad quieres que funcione y crees en esto?
Conversé de todo esto con el Pelao. Fue una conversación larga, larga, larga. Conversamos tanto que sentía como si hubiésemos estado subiendo un cerro demasiado empinado, sin parar: al final me faltaba aire, me sorprendí de lo lejos que habíamos llegado, me temblaban las manos, quería gritar y dormir y también hacer como si nada de esto no hubiese pasado nunca. Quería darle besos y decirle que todo iba a estar bien. Que seguiríamos juntos. Pero cruzamos un límite y no pude y él tampoco. Y ahora los dos tenemos que ver qué hacer: bajamos derrapando de vuelta y nos rasguñamos con los arbustos y nos caemos, pero volvemos al lugar seguro que ya conocemos; seguimos adelante y cambiamos juntos; o lo dejamos atrás y cada uno baja como puede y tal vez nos damos otra oportunidad para tener otra vida.
Decidimos darnos un tiempo, pensarlo bien y quedarnos arriba de este cerrito emocional: desde acá todo lo que hemos hecho se ve chiquitito y diáfano, todo tiene algo más de sentido: incluso las falsas jugadas, las falsas promesas, las pequeñas decepciones. También vemos las buenas intenciones, el montón de amor que nos tenemos y los restos de ese amor que se han ido tiñendo con miedo y pena. Nos quedaremos acá arriba y nos miraremos un rato: yo le pediré que me proteja del viento y me deje apoyarme en su hombro. Nos quedaremos así: callados, esperando. Aceptaremos que ya no somos los mismos de antes y luego decidiremos cómo bajar.
La impaciente
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