La impaciente: Cuando se acaba la fiesta
Babytuto
10 de septiembre de 2014
El fin de semana fuimos al cumpleaños del mejor amigo del Pelao. No diré nombres para que la gente no salga perjudicada, pero digamos que ese amigo se llama Pepe. Digamos también que Pepe se sigue comportando como si tuviera 23 -tiene 33- y que eso, hasta hace un par de meses, me daba lo mismo. Digamos, solo para efectos ilustrativos, que Pepe vive con su hermano de 25 en un departamento y el ritmo de vida que llevan es el de los 25. Y por último digamos, como para anticipar el final de la historia, que ese sábado todo fue un exceso y que el domingo nos encontramos con las consecuencias.
Domingo en la mañana: Pelao abre un ojo recién a las 15:00 y lo primero que dice es "Noooo", pero no de manera enérgica, sino como si pequeños enanos le estuvieran tirando cada pelito del pecho que tiene. Le preparé un desayuno adaptado a sus necesidades: 2 pastillas para el dolor de cabeza, un litro de agua. No pudo comer sino hasta las 21:00, cuando se logró arrastrar fuera de la cama luego de un día domingo inoperante.
Yo antes también era parte de todo ese ritual posfiesta con caña-mata-neuronas, porque yo tomaba a la par que el Pelao, pero ahora, como me estoy cuidando, ya no. Y "ya no" significa no solo presenciar los resultados -un ser humano incapaz de moverse solo- sino también todo el proceso para llegar a ese estado: la insistencia, la poca capacidad de anticipar problemas, el desatino, la imposibilidad de manejar, las conversaciones que se reducen a gruñidos. Ojo: me encanta carretear y soy la primera en decir "celebremos" sin ningún motivo contundente. Entonces, ¿cuál es el problema?
Lo que me dio un poco de susto es pensar que tal vez estamos más cerca de la mentalidad del Pepe de lo que nos gustaría. Cuando digo "nos" me incluyo, porque yo también sé que si no estuviese en campaña habría estado contando ahora otra historia. Miro al Pelao y veo que sus pares están todavía pegados en una adolescencia que no parece tener fin. Y no lo digo como algo malo en sí, sino que, más bien, siento que eso nos dificulta el que el Pelao y yo nos coordinemos en serio y cambiemos hábitos o conductas que durante un tiempo tendrán que ser súper ajenas. Es tentador seguir comportándose de la misma forma, en especial si personas importantes para ti lo hacen. Es más fácil no cambiar. Es más fácil no adquirir nuevas responsabilidades. Es más cómodo.
Yo estoy dispuesta a sacrificar cierta comodidad por un proyecto más grande, pero este proyecto es de a dos y necesito que mi partner sea, realmente, un partner. Que se suba a la micro. Que avance.
La Impaciente
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La impaciente: Cuando se acaba la fiesta
Babytuto
10 de septiembre de 2014
El fin de semana fuimos al cumpleaños del mejor amigo del Pelao. No diré nombres para que la gente no salga perjudicada, pero digamos que ese amigo se llama Pepe. Digamos también que Pepe se sigue comportando como si tuviera 23 -tiene 33- y que eso, hasta hace un par de meses, me daba lo mismo. Digamos, solo para efectos ilustrativos, que Pepe vive con su hermano de 25 en un departamento y el ritmo de vida que llevan es el de los 25. Y por último digamos, como para anticipar el final de la historia, que ese sábado todo fue un exceso y que el domingo nos encontramos con las consecuencias.
Domingo en la mañana: Pelao abre un ojo recién a las 15:00 y lo primero que dice es "Noooo", pero no de manera enérgica, sino como si pequeños enanos le estuvieran tirando cada pelito del pecho que tiene. Le preparé un desayuno adaptado a sus necesidades: 2 pastillas para el dolor de cabeza, un litro de agua. No pudo comer sino hasta las 21:00, cuando se logró arrastrar fuera de la cama luego de un día domingo inoperante.
Yo antes también era parte de todo ese ritual posfiesta con caña-mata-neuronas, porque yo tomaba a la par que el Pelao, pero ahora, como me estoy cuidando, ya no. Y "ya no" significa no solo presenciar los resultados -un ser humano incapaz de moverse solo- sino también todo el proceso para llegar a ese estado: la insistencia, la poca capacidad de anticipar problemas, el desatino, la imposibilidad de manejar, las conversaciones que se reducen a gruñidos. Ojo: me encanta carretear y soy la primera en decir "celebremos" sin ningún motivo contundente. Entonces, ¿cuál es el problema?
Lo que me dio un poco de susto es pensar que tal vez estamos más cerca de la mentalidad del Pepe de lo que nos gustaría. Cuando digo "nos" me incluyo, porque yo también sé que si no estuviese en campaña habría estado contando ahora otra historia. Miro al Pelao y veo que sus pares están todavía pegados en una adolescencia que no parece tener fin. Y no lo digo como algo malo en sí, sino que, más bien, siento que eso nos dificulta el que el Pelao y yo nos coordinemos en serio y cambiemos hábitos o conductas que durante un tiempo tendrán que ser súper ajenas. Es tentador seguir comportándose de la misma forma, en especial si personas importantes para ti lo hacen. Es más fácil no cambiar. Es más fácil no adquirir nuevas responsabilidades. Es más cómodo.
Yo estoy dispuesta a sacrificar cierta comodidad por un proyecto más grande, pero este proyecto es de a dos y necesito que mi partner sea, realmente, un partner. Que se suba a la micro. Que avance.
La Impaciente
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