¿Hijos sometidos o hijos autoregulados?

Babytuto

16 de diciembre de 2015

Mucho se habla de la crianza respetuosa, la disciplina sensible y de educar niños con límites sanos y claros. Muchos son los papás y mamás que desean educar bajo esos principios a sus hijos(as), pero en el camino también son muchos los que se quedan sin herramientas para saber cómo hacerlo, sobre todo cuando los niños alrededor de los 4 años comienzan a hacer valer su palabra y quieren ser escuchados a toda costa. Y para que decir la adolescencia, etapa del desarrollo que se caracteriza por la exploración de los límites y la búsqueda de una identidad propia. Para poder perseverar en esta forma de educar y criar, basada en el respeto genuino de los procesos madurativos y emocionales de los niños(as), es necesario preguntarnos qué es lo que buscamos detrás de la educación de nuestros niños. ¿Queremos una obediencia sin cuestionamientos o una incorporación de los límites, reglas y normas desde lo reflexivo? Esta pregunta es crucial ya que es la base desde donde se fundamentarán nuestras acciones a la hora de educar. Si queremos niños(as) ultra obedientes, que no cuestionen y que sigan nuestras instrucciones al pie de la letra, el método a utilizar será uno más bien coercitivo, estructurado y estricto. Muchos podrán decir que han sido exitosos en implementar este método con sus hijos(as) y que ellos mismos recibieron esa educación por parte de sus padres y que ha sido la clave para el éxito en sus vidas. Sin ánimo de criticar ese estilo, quisiera señalar que esa corriente si bien puede ser efectiva y cómoda para quienes la implementan, implica una educación no muy libre, donde el niño debe someterse sin cuestionamiento a lo que el adulto le dice. Desarrollar ese nivel de obediencia es altamente valorado hoy, sobre todo en los colegios, pero para el niño no tiene tantos beneficios ya que le impide desarrollar un pensamiento crítico, reflexivo y más importante aún, desarrollar su capacidad de autorregulación y autogestión. Llevado a un extremo, como consecuencia de una formación demasiado estricta, estos niños podrían el día de mañana funcionar como adultos dependientes, sometidos a relaciones sociales de dominación, faltos de herramientas para tomar decisiones y con temor a expresar sus emociones y pensamientos. Una alternativa a ese estilo de crianza, es que el niño sea participante activo de su proceso de educación, fomentando su capacidad crítica y de reflexión. Esto implica grandes desafíos para el educador, ya que el espacio de formación es compartido y por tanto se deben aceptar los cuestionamientos y negativas que exprese el niño. Implica negociar, dialogar, ceder, hacer ajustes a las decisiones y planes, en fin, conlleva una capacidad de ser flexible y sensible a las necesidades y características del niño. Si bien ese camino no es fácil, a la larga es más efectivo ya que enseña a nuestros niños a regularse por sí mismos, además les enseña que su opinión es importante, lo que para su autoestima es esencial. También les permite desarrollar una plasticidad neuronal mayor que los hace personas más creativas, flexibles y dialogantes, todas características relevantes para poder hacer frente a una sociedad que hoy en día se caracteriza por ser muy cambiante y diversa. Siempre se dice que las nuevas generaciones tendrán que desarrollar una mayor capacidad de adaptación, y es desde cosas tan básicas como la forma en que se le enseñan los límites y normas, que como padres podemos prepararlos para aquello. Otros temas que te pueden interesar:  autocontrol

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