Aventuras de mamá: La aventura del jardín infantil (para los papás)

Babytuto

3 de septiembre de 2014

El día que mi hijo sopló su velita de un año, decidimos con su padre que iría al jardín infantil, porque su papá y yo fuimos y porque sentíamos que era la mejor opción para que reciba su primera educación. Pensábamos que entraría en marzo del 2014, a pocos meses de cumplir los dos años, no obstante, la decisión se apuró porque antes de que terminara el 2013, nos comenzamos a dar cuenta de que definitivamente el pequeño hablaba poco. Con la preocupación, lo evaluamos con una fonoaudióloga que nos confirmó que efectivamente había un retraso en el lenguaje. Obviamente el mundo se me vino abajo y creo que me cuestioné todo en ese momento, desde mi rol de madre hasta mi carrera profesional, comenzamos el tratamiento con fonoaudióloga y ella nos calmaba, “no se preocupen, esto pasará cuando entre al jardín, pero tienen que tratar de que entre pronto”. Con eso, ya no quedaba entonces más discusión al respecto, había que empezar con la búsqueda de jardín infantil. Fuimos a conocer cuatro lugares, todos en el área donde vivimos como para que ante cualquier emergencia que no podamos llegar por nuestros trabajos, sí pueda ir la persona que lo cuida. Así partimos en uno que fue como entrar a una escena de esas películas de cine arte donde los niños están grises y todo es decadente, el lugar era helado, las paredes sin pintura y había una niñita frente a un TV malo con pantalla azul tratando de hacerlo funcionar, los niños estaban como amarrados a sus sillas nidos y de proyecto educativo no supimos mucho porque salimos arrancando. En el segundo y tercer lugar nos fue mejor pero uno no quedaba tan cerca de la casa y con el otro el presupuesto no nos daba, por lo que para poder seguir comiendo pan tuvimos que descartarlo. Mientras recorríamos pedía sugerencias a mamás conocidas y amigas pero si una me hablaba bien de un jardín, la otra lo aborrecía, entonces, la tarea se hacía cada vez más cuesta arriba. Hasta que hablé con mi vecina y nos recomendó el jardín de su hijo, partimos y llegamos de milagro a ocupar ¡el último cupo! Ese día, antes de matricularlo, la directora se dio el tiempo de explicarnos con mucha calma el proyecto educativo, de contarnos detalles del día a día de los niños y mientras hablábamos con ella los niños y las educadoras estaban con una sonrisa de oreja a oreja, es decir ¡todo! Nos decía que estábamos en el lugar correcto. Y hoy, a casi 9 meses de haber partido con la aventura, los resultados son evidentes y cada día Julián nos demuestra que pese al miedo de mandarlo antes de los dos años y de todas las enfermedades de invierno que se agarró, la decisión estuvo bien tomada. Mi hijo es un niño feliz en su jardín y lo mejor de todo es que hoy es capaz de verbalizar esa alegría con la avalancha de lenguaje que se le vino encima, ¡ahora el problema es que hable menos! jardin infantil  

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