Algo de riesgo en el juego

Babytuto

20 de octubre de 2015

Antes, nuestros padres nos mandaban a jugar al aire libre, en el barrio o en la calle, con la instrucción de volver a la casa a cierta hora. Lo que sucedía en ese tiempo eran experiencias exclusivas de juego libre, donde teníamos la libertad de inventar situaciones producto de nuestra imaginación y crear nuestros propios juegos. Pero la vida ha cambiado, las preocupaciones por la seguridad de nuestros hijos se han vuelto más constantes, ya sea por accidentes en el juego o miedo a los desconocidos, lo que ha dado como resultado que los niños tengan su tiempo más estructurado y dirigido, en desmedro de los juegos libres. A la hora de supervisar los juegos de nuestros hijos, hay veces que como padres somos muy aprensivos, y nos les permitimos realizar ciertas actividades, sin embargo dejar que los niños puedan jugar con una cierta sensación de riesgo, como subirse a un árbol o explorar el patio del vecino, son experiencias que les permiten su autorregulación, conociendo sus habilidades, su cuerpo y comprendiendo cuáles son sus límites. La idea es que ellos puedan vivenciar el juego que todos recordamos de niños, como andar rápido en bicicleta, subir a los árboles, hacer escondites, salir de excursión, etc., todo en un mundo creado desde la imaginación de los niños, su comprensión de libertad, la conciencia del riesgo que existe en todas estas actividades y el manejo de éste, sin la presencia de los adultos. Para que no se malentienda, cuando hablamos de riesgo, nos referimos a un “riesgo controlado y adecuado para la edad del niño”, es decir, que los padres estamos en conocimiento de lo que están haciendo nuestros hijos y los supervisamos “desde lejos”, dejándoles su espacio para que estén cómodos y puedan jugar libremente, pero que a la vez se sientan seguros. Cuando hay riesgo, hay aprendizaje, ya que el niño debe sortear obstáculos, analizar diferentes situaciones y decidir cómo resolverlas de acuerdo a las opciones que se le presentan. Implica un proceso cognitivo asociado a una actividad lúdica y eso refuerza en gran medida el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, si un niño se sube a una pandereta y cuando llega arriba se da cuenta que bajar no es tan fácil como subir, su cerebro debe realizar un proceso de razonamiento para elaborar una respuesta adecuada. Dejemos que nuestros hijos experimenten actividades no dirigidas por los adultos, que aprendan a relacionarse con sus pares y con otros niños de diferentes edades, a manejar sus emociones y frustraciones de una manera saludable, para así poder obtener confianza en sí mismos desde pequeños y seguridad frente a los desafíos y obstáculos que les tocarán enfrentar en cada etapa de sus vidas. Otros temas que te pueden interesar:  Algo de riesgo en el juego

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